lunes, 8 de julio de 2019


“EL PASADO SIMPLE” – INTRODUCCIÓN






Dris Chraibi nace en 1926 en Al-Yadida (antiguo Mazagán), hermosa ciudad de Marruecos a orillas del océano Atlántico. Desde muy pequeño asiste a la escuela coránica, luego, hijo de burgués, entra en la escuela francesa a la edad de diez años y continúa sus estudios en el instituto Lyautey de Casablanca. En esa época se inicia en la escritura componiendo versos por los que será premiado.


El 21 de septiembre de 1945, abandona Marruecos para realizar estudios de Química en París y, en 1950, obtiene el título de ingeniero químico. Poco tiempo después, comienza estudios de neuropsiquiatría.


Sin embargo, Chraibi, pensando que la ciencia es la quiebra de los valores humanos y que arrastra con ella la pérdida de espiritualidad, interrumpe sus estudios a dos meses del doctorado y escoge el periodismo y la literatura, optando, de esa forma por la alquimia de la palabra, la facultad de verla nacer, de oírla, de tocarla, sentirla como a un ser vivo.

Chraibi ama también el silencio que ha liberado su pensamiento de la escoria del lenguaje, que ha agudizado sus sentidos y que los ha acerado tanto que, a veces, descienden hasta el extremo de sus dedos cuando éstos entran en contacto con la mano que ante él se tiende. “El tiempo tritura las palabras, dispersa sus cenizas” –le gusta decir a este escritor–; “sólo permanece la fe de la fe, pero para ello, como el agua, fuente de vida que está por doquier, es preciso bajar a buscarla, bajar al vientre de la tierra, puesto que la luz no está en la superficie, sino en el fondo, en lo más profundo de los hijos de Adán” ("Succesion ouverte", "Naissance à l’aube").


Con ese objetivo de lograr, merecer y conquistar con la fuerza de su escritura y con la carga emocional, –gigantesca de sus entrañas–, se puso en marcha hacia el encuentro de los hombres. Será entonces, cuando comiencen sus viajes por Italia, Suiza, Bélgica, Alemania, Austria, Yugoslavia, Inglaterra y España (donde lo presenté, como pionera, en la Universidad Autónoma de Madrid y en el Instituto Francés de Madrid).


Ejerció varios oficios: desde ingeniero, químico y periodista, hasta vigilante nocturno, fotógrafo ambulante y profesor de árabe. Poco después, en 1959, como escritor y productor de radiodifusión y televisión francesa, realiza una emisión diaria y habla del Islam y de Occidente con André Rousseaux, queriendo mostrar la hospitalidad islámica y cristiana de los primeros tiempos, basada en el amor y en la igualdad.


En 1980, Chraibi trata el teatro del mundo negro y el teatro de Oriente Próximo (los poetas árabes, los Maestros espirituales, la música islámica), blandiendo siempre el "Corán" (Libro Único de orquestación semántica) no como arma sino como propuesta.


En 1970, explica la Literatura Magrebí en lengua francesa –“consagrada a profundizar el alma de los seres y cosas”–, en la Universidad de Laval, Canadá, donde el escritor da a conocer a los estudiantes "La Civilisation ma mère!..." : canto de ternura y caliente ritmo fetal.


Chraibi, bilingüe, escogió la lengua por la que concibió la cultura occidental, para afirmarse como magrebí colonizado y demostrar que podía igualar al francés colonizador. Lengua que lo liberó de los mitos de la tribu al mismo tiempo que, en un principio, lo convirtió en lo que Maurice Barrès llamo “desarraigado”.


La primera novela de Chraibi, "El Pasado Simple", violentamente percibida en el momento de su publicación, causó un gran escándalo en Marruecos, sin embargo, desde hace diez años se estudia en las universidades de este país vecino.


Esta escritura habla de la hipocresía y falsedad de todos aquellos que se erigen en detentadores de la verdad y de las costumbres vetustas, pero también es una crítica al mundo occidental, orgulloso de su tecnicismo sin haberse liberado de sus prejuicios y que camina, irreversiblemente, hacia la materialidad.


Esa colusión entre lo temporal y espiritualidad en la sociedad islámica, labrada a medida de los poderosos y que narró Chraibi, fue retomada y amplificada, años más tarde, por otros escritores magrebíes de lengua francesa que ofrecieron su propio matiz personal.


"El Pasado Simple", obra pionera, no fue ni rebeldía ni rechazo de la cultura oriental, sino afecto profundo por Marruecos, pues el escritor siente necesidad de su país, de su pueblo natal y de su río calmo, caudaloso, grávido y profundo, el "Um er-Rebi´a" ("La Madre de la Primavera"), y con todos ellos entabla un diálogo sin complacencia y un planteamiento de su yo, atroz y permanente, del que hace un doloroso balance que no significa que sea una descripción verista de la sociedad marroquí, puesto que un personaje no representa más que a sí mismo y una cierta relación con la sociedad.


Esta obra marcó un hito importante, en la Literatura Marroquí, al doblar las campanas por toda la producción etnográfica: contento para un público sediento, únicamente, de un tipismo “oriental”.


Al mismo tiempo, su gran valor narrativo es indiscutible, puesto que armoniosamente conjuga el tiempo de la aventura y el de la escritura en un mismo espacio. Espacio señalado por un rostro dual, oscuro y luminoso.


Obra que recuerda la infancia, llena de acallados sufrimientos, que evoca, a un mismo tiempo, a la madre, compartiendo con ella su dolor y soledad. Acompañando a ese desgarro, un canto doliente y monótono brota de la calle traduciendo ese quejido, aunándose a la angustia de los personajes.


Voz, eco de martillo, que inicia una letanía de congoja, música y encantamiento. Relación entre el burgués comerciante y el mendigo titular, que se convierte en farsa mediterránea llevada al paroxismo y que cristaliza todo el universo de potestad del padre, “el Señor”, dios Crono que, como el Tiempo (Chronos), devora todo lo que engendra, destruyendo su propia creación, secando las fuentes de existencia, inculcando a su hijo, el más sensible, un hambre devoradora de vida y simbolizando el temor de un sucesor que lo destrone.


Pero "El Pasado Simple", a pesar de su discurso iconoclasta, es también la historia de un pasado simple, como el mismo autor ha dicho en "Succesion Ouverte": “tan simple y elemental que la historia de los hombres se ha encargado de derribar a fuerza de bombas y odios”.


Dris Chraibi, que continúa siendo un autor fecundo, dice abierta y claramente lo que piensa e intenta conmover violentamente las conciencias, criticando exacerbadamente tanto a Oriente como a Occidente.


Su obra es espejo de sus pasiones profundas, en relación siempre con la sociedad. Su estilo sensible, nervioso, espontáneo, directo, brutal a veces, está teñido de un humor tierno, profundo y devastador, que no deja al lector indiferente.


Sus frases son generalmente cortas, yuxtapuestas; a menudo, no son más que frases nominales con elipsis de sujeto o verbo, rotas por una puntuación que marca un ritmo repetitivo, incesante, con el que dinamita la lengua francesa, acentuada por un diálogo que conduce a un paroxismo ascendente y en el que el “escupitajo” es un gesto de rechazo que sustituye a la palabra.


Su discurso, cáustico y diarreico, parece querer formar parte de una reacción química, pero, también, es toda una llamada física al lector, a quien quiere involucrar con sus preguntas y reflexiones que se derraman por todo el texto.


Su escritura es, por tanto, angustiosa búsqueda por sus raíces profundas, como también es canto y música de nostalgia dolorosa y de serenidad henchida de ansia de verdad y amor por el ser humano y, en especial, por la madre y la mujer, a quienes conoce como a las aguas vivas del "Um er-Rebi´a", allí donde se mezclan con las del océano en un acto de amor, al fondo del rugiente abismo.  

                                                               Leonor MERINO