jueves, 6 de mayo de 2021

 

De la nādira del simple en el ámbito árabo-musulmán y del Elogio de la locura en el Renacimiento francés

                                                              Leonor MERINO

Ponencia en el XI Simposio de “La Sociedad Española de Literatura General y Comparada”, 18-21 de octubre de 1995, en "La Fundación Juan March" y en la Universidad de Alcalá, Madrid. Publicada en, Mil seiscientos dieciséis. 1616, Madrid, 1998, pp. 207-213



En el mundo árabe existe un amplio acerbo de literatura popular, tanto en prosa como en verso, transmitida por vía oral y expresada en formas dialectales más o menos alejadas del árabe culto.

Manifestaciones populares, generalmente anónimas, difíciles de fechar, y surgidas en la época medieval e incluso con anterioridad. Historias que no son originariamente árabes sino persas, siríacas, indias, griegas... Son, por tanto, anécdotas que se encuentran en todas las literaturas[1].

Aunque debió de ser a través de la versión árabe como se compuso la turca (U. Marzoiph 1990: 240-247).

En dicha prosa popular se articula esta figura del "anti-héroe", personaje híbrido y ambivalente: el "tonto-pícaro" o ¿crédulo? (mugaffal) (Vernet 1968: 151) que, en numerosas ocasiones, demuestra más talento natural que su interlocutor. Personalidad resumida en la siguiente máxima:

Ponte en guardia ante el loco, su razón te juzga (Delais 1986: 7).

Este es el caso de los cuentos y moralejas de Yoha, apodo a un personaje al que la imaginación popular ha convertido en protagonista de cientos de anécdotas y cuentos jocosos[1]: espléndido tipo humano este cazurro sancho-pancesco, que, en su simpleza acrisolada, posee toda una "adelantada" y realista concepción de la vida. (M. M. 1985: 25)[2].


Constelación de la nâdira en Yoha[1]

            De forma general, sabemos que el humor, la sátira, la risa y el ingenio han servido como armas de combate o defensa para quien, careciendo de medios financieros o políticos, le permite triunfar en la vida. Luego, cada cual aprende que debe "poder más que" el otro para no ser aplastado, y si no se consigue es que Dios así lo ha deseado; ! علاء غالب que puede resumirse: ¡Dios lo ha querido!

            En la historia de numerosos pueblos se encuentran personajes típicos que hacen el juego al otro, que se divierten a su costa con ingenio (¿con ingenuidad?). Aleación de simpleza y astucia que desmitifica y desmonta al adversario e incluso lo corrige, puesto  que tomando la palabra a Henri Bergson (1946: 150):

            Le rire est avant tout une correction [...] si franc qu'on le suppose, le rire cache une arrière-pensée d'entente, je dirais presque de complicité avec d'autres rieurs, réels ou imaginaires.

            La sociedad determina o fija eventualmente los límites de la risa en función del contexto: Une bonne part de l'éducation des enfants consiste à discipliner leur rire, dans un sens unique du reste, celui de l'interdiction. (Victoroff 1953: 146).

            El humor y la astucia de cualquier sociedad son el reflejo de su idiosincrasia y, sin duda, las chanzas, las gracias están hechas para dilatar el cuerpo y el espíritu; pero la risa tiene, enteramente, una función social al subrayar lo que en la sociedad no debería ser crispado, sino liberado, aquello que, agarrotado en la seriedad, debe hacerse distendido.


         Yoha se hace el tonto, (¿el loco?) y desencadena la risa (también la reflexión) pero no está loco. Su figura es múltiple y compleja. No se puede conservar de él -al igual que de Panurge- la figura del simple, del ingenuo o más aún del parásito, aunque, en ocasiones por su "ingenuidad" viva a costa de otro.

        Las denominaciones del loco son numerosas en el Magreb[1]. Pero Yuhá no está "tocado del ala", ni es un poseído, ni un débil mental, sino: une vérité codée maquillée d'humour. Goha représente la partie enjouée de l'âme de l'Islam (Nathan 1986: 11-12).

    Los dichos de Yoha distienden los rostros herméticos, austeros y crispados, demasiado serios -aparentemente- para ser honrados.


             Sin detenerme en su existencia histórica o puramente mítica -según ciertos autores-, ni sobre su posible identificación con otro personaje turco, Nasr Eddin Yoha[1].

                Sin embargo, hay que insistir que nadie debería reírse de Yoha al escuchar las historias graciosas y trapacerías que se le atribuyen; al contrario, según Charles Pellat, conviene que cada uno pida a Dios que le haga benificiario de la baraca. La imagen tradicional recogida podría ser la siguiente:

        Djuha est un peu naïf, simple et quelque fois lourd, mais singulièrement avisé à ses heures; par la suite, il apparaît sous des aspects fort divers: rarement d'une imbécilité pure, il est le plus souvent, sous des dehors niais, suprêmement habile; [...] sa bêtisse feinte est intéressée et ses intentions rarement pures. Fertile en expédients, capable par son esprit d'à-propos de se tirer des situations les plus délicates, il fait moins songer à Griboulle qu'à Panurge (Pellat 1965: 606).

        La lectura de numerosas anécdotas muestra una cierta coherencia sicológica bajo diversos aspectos y contradicciones reales. La mayoría de las veces es pícaro, astuto, malicioso y utiliza estratagemas poco recomendables contra sus adversarios mucho más poderosos que él.

        En ocasiones, se muestra piadoso y conforme a las reglas sociales, pero, generalmente, bajo un aspecto ingenuo, le gusta ridiculizar al cadí, desacreditar al beato e incluso, con frecuencia, dejar maltrecho al almuédano.

     René Basset estableció un cuadro sinóptico de las anécdotas atribuidas a Yoha según la visión turca, árabe y bereber (Mouliéras 1987). Jean-Jacques Luthi, que estudia al personaje a través de la conocida obra de Albert Adès y Albert Josipovici (Le livre de Goha le simple. París 1919), dice que este bufón se refleja en nosotros :

    Sans l'apport de la civilisation, avec notre insouciance naturelle et notre égoïsme foncier, nous dont la première réaction est toujours non conformiste.

        Yoha vive según el ritmo vital del instinto. No es un ser asocial, sino que, a su manera, es un anarquista. Pues, como expresa Luthi, se trata de un instinto que en forma alguna se ocupa del valor moral de sus actos. Anti-héroe desgraciado, ¡el día que deba ponerse en regla con la sociedad!


        Y, además, es que va a dejar de interesarnos, puesto que será, entonces, como todo el mundo: dotado de un rostro de respetabilidad y conformismo social, alejado de los inquisidores planteamientos que desbaratan la hipocresía, y lejano, también, de la expresión del humor espontáneo del pueblo que se mira en él a través de sus chistes y bromas (Luthi 1974: 179-180; 190-192).

        En realidad, Yoha es hombre sagaz, sabio, que posee cierta filosofía de la vida y que busca sacar beneficio de las situaciones embarazosas.

       Por tanto, es un ser que no divaga, positivo, y que -dominado por los poderosos de este mundo- tiene que arreglárselas para vivir y escapar de los tribunales, ante los que se permite hacer frente, amonestar e incluso moralizar a los hombres de ley y de religión, quienes -en lo más alto de la escala social- se arropan de dignidad y enmascaran sus defectos y ambiciones.

        Y cuando Yoha no puede vencer, besa la mano que no puede cortar: otra forma de superar una situación peligrosa[1]

La tradición oral parece haber dado el último toque a un personaje de manera que siempre pueda ganar. Luego, mientras sus amigos quedan rebajados y ridiculizados, Yoha será ensalzado por su forma de triunfar: genio maligno que utiliza el humor y la fingida imbecilidad, y que pasa por medio de este mundo con cierta filosofía. Mundo que honra a los grandes y engulle a los pequeños, a los oscuros y a los que carecen de títulos[1].

            Bien sea por rechazo a conformarse con las reglas de la sociedad, por rechazo a una vida en común -sometida al superego colectivo[2]- o bien sea por sobrevivir o por no ser aplastado por el poderoso, Yoha maquinará siempre alguna marrullería para ganarse al otro.



            Como metáfora del presente, existe la siguiente historieta titulada El clavo de Yoha (Mouliéras 1987). Ya sabemos, que en la vida cotidiana todo se realiza por medio de contratos que, en ocasiones, resultan engañosos. Yoha, que no deja escapar ocasión, no repara en medios, aunque nada más sea para utilizar un clavo.

            Veamos:

        Yoha está en la miseria y vende su casa, pero se reserva el derecho a visitarla para ver un viejo clavo en la pared al que se siente muy apegado y que, por lo tanto, queda excluido de la venta. El comprador da su conformidad pensando que no va a necesitar tal clavo. Las visitas de Yoha a la casa se hacen frecuentes e intempestivas. Compra incluso pieles y tripas de animales, que cuelga de ese clavo, y que, con el paso de los días, apestan. Finalmente, el nuevo inquilino huye abandonando la casa.

     Según Badawi (1987: 117-118), esta historieta refleja el comportamiento de los ingleses, que abandonaron sus fuerzas en el canal de Suez al retirarse de Egipto.


    Veamos otra historia:

    Paseaba Yoha cierto día  por el campo y se encontró al cadí sumido en la más profunda borrachera; le quita el abrigo y se va.

    Cuando el cadí despertó lo echó en falta. De regreso, ordenó que su abrigo fuese buscado por toda la comarca. Sus secuaces encuentran a Yoha llevando dicho abrigo y, en consecuencia, lo conducen ante el cadí. Este, malhumorado, le pregunta por qué lleva puesto ese abrigo. 

    "Encontré a un hombre completamente borracho -respondió Yoha- oriné encima de él y le cogí el abrigo; pero si es tuyo tómalo y perdóname".

"Aléjate de mí, ser infecto -le dijo el cadí-. Ese abrigo no es mío".


Satírica encuesta socrática de Panurge

        De la mano de este personaje, que desmitifica la aparente respetabilidad de los hombres de ley o religión, entramos en el siglo XVI con Rabelais (el maestro François), maestro de la alegría y del arte de contar, que piensa y crea por medio de expresivas fábulas en las que se mueve otro personaje, Panurge, llegado también de la más antigua tradición popular.

            En la época de Rabelais, Cervantes y Shakespeare, la risa marca un giro capital, la risa tiene un profundo valor en la concepción del mundo (Bakhtine 1970: 75), puesto que esta percibe el mundo de otra manera y expone planteamientos de la vida y de la muerte, del individuo y de la historia. Luego, mostrar que Rabelais es un maestro de humanismo, en nada le disminuye -como tampoco el posar una mirada condescendiente sobre sus valores de risa y júbilo-, muy al contrario, es ver en él un creador de mitos. Puesto que la obra, con sus sobresaltos, conserva aún entera y en bruto la alegría que ha acompañado a su creación.


    Rabelais es feliz sobre todo por el acto de escribir. Además: Por aquello de que la risa es lo propio del hombre. Y, sobre todo, en Rabelais es propio del escritor: el sello de su salud y una vigorosa actitud ante la vida.

          Por ese motivo creó a Panurge que se ríe de la vida y esta de él.

        ¿Dónde poder encontrar, a no ser más tarde en Hugo y en Balzac, tal fe en el acto literario, tal poder y tal seguridad en la recreación de un mundo?

        Rabelais tiene el don de la vida, puesto que tiene el don del estilo, y su prosa, de repente, recuerda a Cicerón, como nos dice Glauser (1964: 14).

         Retomemos a este personaje popular[1] a este maestro bribón e irónico, a este ratero (como Yoha consume sin pagar), que roba no solo por necesidad sino también por puro placer; él es l’âme malivole, libre, poseedor de una autonomía superior a la de Pantagruel encadenado a un cierto estilo de vida. Panurge es pipeur, beuveur, bateur de pavez, ribleur (Pantagruel, XVI: 227).

        Silueta a un mismo tiempo cómica e inquietante, y que, sin embargo, permanece divertida hasta en lo innoble; personaje extraído del folclore popular, fuente de la que bebe directamente, volviendo a dar vida a los proverbios.

            Panurge tiene como modelo las figuras falaces de los fabliaux, y parece salir de una de esas tabernas para muchachos de mala reputación amadas por François Villon y que, como él, ha pasado por las escuelas; sin embargo, a pesar de su turbulencia, aprendió más de la vida que de los libros.

                Panurge, como Yoha, no es reformador sino rebelde y feliz de afirmar su fuerza que es la astucia y la picardía gratuita. Uno y otro, héroes negativos, resumen la demolición de la fingida respetabilidad. Y obtienen perdón porque poseen, largamente, la locura sonriente de la juventud.

               Sin embargo Panurge, por sus virtudes y sus vicios entremezclados, su lirismo y su tosquedad y sobre todo por su imaginación, da la impresión de ser varias personas. Rabelais -que le apasiona el grupo- parece concebirlo en un solo personaje, que, de esta forma, queda engrandecido y concebido en relación con la sociedad.

            Panurge como Yoha no es ni un enfermo, ni un imbécil. Y Rabelais ha deseado mostrar que, en la elección de una resolución moral, el hombre solo debe esperar algo de sí mismo. Es inútil que se dirija al consejero de turno: filósofo, teólogo, médico o cualquier otro. No tienen nada que decirle que, verdaderamente, le informe.

Es baladí que él pregunte a los profesionales del consejo, cuando se trata de escoger una vía de sabiduría. Esta es la conclusión de esa especie de encuesta socrática a los sabios, donde Panurge pide consejo, pero que, sin embargo, son los consejeros los que terminan por darnos la impresión de que sufren un examen.

No es que esos sabios sean malos y carezcan de opinión, puesto que son buenos técnicos: Hippothadée es buen confesor y Rondibilis sabe cuidar a los enfermos, pero, en la elección moral, todos esos doctores de Universidad (como lo fueran el muftí, el ulema o el cadí) no son más que seres mediocres o no ofrecen ayuda alguna.

     A donde nos lleva Panurge es a mostrar -lejos de la caricatura- que los profesionales del consejo no saben aconsejar más que en el límite de su profesión.

        Puesto que el arte de Rabelais es precisamente hacernos ver que el teólogo o el médico más excelente es incapaz de guiar: no puede hacer casi nada por el hombre que interroga, únicamente aclara su elección por medio de consideraciones técnicas. Y no es porque en Panurge no exista equivocación alguna, puesto que si la hay se debe, como apunta Saulnier (1982: 21), a su philautie, es decir:  

            L'amour excessif de soi-même. Entendez l'amour-propre, non pas au sens moderne mais au sens religieux du mot: l'attachement à soi. Plus proprement, l'entêtement d'un homme dans ses propres idées, [...] dans sa considération de soi. Il y a philautie dès que l'homme considère sa propre personne comme la grande affaire et le centre de tout intérêt. Le contraire c'est l'oubli de soi-même.

            Panurge, para definir su sabiduría del exterior, comprende que debe hacer la sátira de sus enemigos y, previamente, demostrar la vanidad de los consejeros patentados, puesto que si hubiera sido hombre sabio aconsejándose él mismo, evidentemente, no hubiera realizado la encuesta. Luego, era necesario alguien de "corto alcance", un ser que buscara sin gemir, como el hombre de Pascal, pero sí buscando a tientas.

            La crítica considera a l'Éloge de la Folie (1509), la fuente viva del Tiers Livre y en la tradición en la que se inscribe dicho  Elogio. Es decir:

            La locura a los ojos del mundo es la verdadera sabiduría, y la sabiduría, ante esa misma mirada, es la verdadera locura.

         Fiémonos, pues, de la locura, con el fin de contar cuatro verdades a la sabiduría. Pensemos en Trop Prou Peu Moins, y cuando Pantagruel se dirige a Panurge:

        Puisque, par les réponses des sages, n'êtes à plein satisfait, conseillez-vous à quelque fol: pourra être que, ce faisant, plus à votre gré serez satisfait et content. [...] se oublier soi-même, issir hors de soi-même, vider ses sens de toute terrienne affection, purger son esprit de toute humaine sollicitude et mettre tout en nonchaloir. Ce que vulgairement est imputé à la folie (Tiers Livre, chap. XXXVII).

 

            Panurge es creador por destrucción, la negación de todo lo que, en el ser humano, podría erigirse en ley y convertirse en norma de vida. Personaje parlanchín que nos deslumbra por su lengua y adquiere inmediatamente la realidad del cuentista, del bon gaultier, y cuanto más simpático se nos hace el personaje, más se nos presenta como un gran hablador. Fuerza bruta de la inspiración en un mundo de palabras que son, a un mismo tiempo, su juego.

            Pero ya el autor puso en guardia al lector, en el prólogo de Gargantua, contra la "desmedida" frivolidad del texto: Les matières icy traictées ne sont tant folastres comme le titre au-dessus prétendoit.

            EL Templo de la Dive Bouteille, donde Panurge se dispone a preguntar al oráculo, no es el café de la esquina: es el templo de la verdad disfrazada, el espacio de libertad reconocido a la bebida, al igual que los dichos jocosos de Yoha, en los que se finge candidez para poder sacar partido.

     Porque..., ¿qué hacer frente al poder que triunfa sino valerse del ardid?

            Yoha como Panurge (que llevan a cabo una labor de zapa para trastocar el futuro) no despiertan en nosotros ni piedad ni indignación, sino que han logrado hechizarnos.

        No me pidan, entonces, juzgarlos, es tarde ya; el corazón y sus exigencias se encuentran confundidos, engarzados, al igual que la sociedad y sus convenciones.

            Mantener su comicidad con matiz sutil, consiste en salvarlos del peligro de ser desagradables. Y hacer de ellos unos poetas de la "locura" popular, es hacernos olvidar al charlatán.



BIBLIOGRAFÍA

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Bakhtine, M. L'oeuvre de François Rabelais et la culture populaire au Moyen Age et sous la Renaissance. París: Gallimard 1970.

Badawi, M.M. Modern Arabic drama in Egipt. Cambridge: University Press, 1987.

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Bergson, Henri. Le rire. Essai sur la signification du comique. París: P.U.F., 1946 (67 ed.).

Boudjedra, Rachid. L'Insolation. París: Denoël, 1972. Reed. París: Gallimard, 1987.

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Kateb, Yacine (Textes établis par Zebeida CHERGUI), Boucherie de l’esperance (recoge los textos teatrales: Boucherie de l’espérance ou Palestine trahie, Mohamed prends ta valise, Annexes; La Guerre de 2000 ans ou le roi de l’Ouest, Annexe; y Le Bourgeois sans-culotte ou Le spectre du parc Monceau). París: Le Seuil, 1999.

Luthi, Jean-Jacques. Introduction à la littérature d'expression française en Egypte (1978-1945). París: de l'École, 1974.

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Vernet, Juan. Literatura árabe. Barcelona: Labor, 1968. 

Victoroff, David. Le Rire et le risible. Introduction à la psychologie du rire. París: P.U.F., 1953.

 

 

 

 












[1] Panurge, en griego, es el que pone todos los medios. En el argot francés, la palabra débrouillard expresa perfectamente su matiz.


[1] Tahar Ben Jelloun en Moha le fou, Moha le sage (Le Seuil 1978) lo convierte en la palabra de los que no poseen voz.

[2] Kateb Yacine en Le Cercle des représailles (1959) y Mohamed prends ta valise (1971) es quien mejor actualiza este personaje, al ofrecer una imagen contra todo conformismo intelectual


[1] Rachid Boudjedra, en L'Insolation (Denoël 1972), reactualiza a Yoha: traficante de estupefacientes, recitador de Lenin así como del Corán y portador de un rosario para confundir al enemigo.


[1] Mª Francesca Corrao señala la ambivalencia del personaje y la dificultad de su identificación -a través de sus peregrinaciones literarias-, la encarnación, la indisoluble dicotomía entre el Bien y el Mal, aparecida ya en la mitología preislámica, así en el Panteón del antiguo Egipto (1989: 101-105).


[1] Así en Marruecos: desde quien está poseído por el demonio (majnun); habitado por otro ser (maskun); tocado por una fuerza exterior (mašiar); falto de razón (mahbul); poseído en su sentido estricto (mamluk); hasta quien está considerado por la sociedad como un verdadero loco (ahmak). (El Khayat 1978: 69-70).


[1] La nadira c'est la saillie, entendons par là le bon mot, le trait d'esprit, la plaisanterie grossière o raffinée ou encore le fait "divers" exceptionnel, extraordinaire” (Bouhdiba 1977: 7).


[1] Según Gª Figueras (1989: xxi-xxii), Yoha pertenece al folclore de todo el Mediterráneo y las anécdotas se originarían en la India, Persia, Arabia..., entrarían en Europa por Turquía y en el Magreb por Egipto, y luego, debido al contacto entre los pueblos, tomarían formas más o menos variadas, pero siempre con un fondo de unidad, la del espíritu humano.

[2] Los investigadores (Pellat, Baset, Christensen, Delais, Gª Figueras, Bajrakarevi) se han ocupado de este personaje popular que, según unos, vivió en época pre-islámica o a principios de la Hégira, y, según otros, data del periodo califal abasí o bien de origen turco. Personnage mythique, on cerchait en vain son origine fabuleuse, voire nationale” (El Hakim 1961: 79).


[1] Pensemos en el Till Eulenspiegel alemán, en el Joe Miller inglés, en el Bertoldo italiano, en el Balakirew ruso o en el Rampín español (hasta cierto punto antecesor del Lazarillo), así como en Pedro de Urdemalas, Juan de Espera en Dios...: pícaro inmortal (abandonado y educado en un ámbito corrupto y cínico) portador de sentencias populares.