“LA GENEROSIDAD DEL ARABISTA ESPAÑOL.
MARTÍNEZ MONTÁVEZ: UN HOMBRE DE SU TIEMPO, SOLITARIO Y SOLIDARIO”
Leonor MERINO (Drª Universidad Autónoma de Madrid, traductora y autora de Encrucijada de Literaturas Magrebíes)
Comunicación presentada -en lengua
francesa- en la Academia tunecina de las Ciencias, Letras y Artes « Beït-al Hikma » (Cartago : 2-5 junio 2004) como uno de los
miembros fundadores de la red de amistad tunecina y española. El Excmo. Sr
Presidente de la Academia: Abdelwaheb Bouhdiba.
INTRODUCCIÓN
Es
inútil, porque es ya evidente, recordar en estos momentos, que el profesor
Pedro Martínez Montávez realiza un trabajo de enseñanza indiscutible en el
terreno del arabismo español que sabe revitalizar la espléndida tradición del
mejor humanismo.
Pero
también hay que proclamar bien alto que numerosos trabajos científicos de
arabistas y orientalistas, que pueblan nuestras universidades españolas y cuyos
representantes en este coloquio reflejan lo mejor de nuestro arabismo, se aúnan
a esta figura insigne de prestigio nacional e internacional.
En
mi caso personal, Pedro Martínez Montávez, además de tenerlo cerca, tiene
tiempo -con una agenda bien cargada-, de escuchar mis inquietudes
intelectuales, producto de mi vocación impaciente llena de esfuerzo y buen
empeño. Es mi maestro en arabismo que tengo al alcance de la mano, y que me
enseña con su prosa que es un verdadero placer, perceptiva y reflexiva,
dimensión de su compromiso vital.
A veces su prosa es un torrencial de palabras: adverbios, sinónimos, metonimias, metáforas y subordinadas que se encadenan. Encrucijada de aguas subterráneas de origen árabe. Aguas cálidas, termales, en las que se baña nuestro principal signo de identidad. Emplea palabras con carga metafórica intensa, llenas de experiencia pura, en el sentido de primitiva, precisa que, como perlas lanzadas al estanque, salpican, emiten ondas finas, se enredan, caracolean y se diluyen en un festón perfumado, mientras que, a su paso, muestran su dimensión semántica original, en su plenitud imbricada.
A partir de su escritura particular, se aprehenden, se recuperan términos olvidados -muchos desconocidos- que celebran nuestra cultura sin igual -una parte singular y pura de nuestra casa histórica, la casa de nuestro pasado[1]-. No sólo reflexiona sobre la historia de los árabes sino que, en sus numerosos artículos, nos enseña a descubrir los arabismos que subyacen en nuestros vocablos españoles que instauran la verdad en la palabra escrita[2].
Nos
ofrece “notas sobre el tema árabe en la poesía española”, ya que para poder
“poetizar sobre lo que es árabe, la literatura española no necesita salir de
sus fronteras, el elemento árabe lo tenemos aquí mismo, en nuestro país, entre
nosotros, en los campos, en las costumbres y en las gentes”[3].
Entonces,
si Pedro Martínez Montávez ama la belleza de la lengua, que se muestra a lo
largo de la prosa -vasto tejido trenzado por la luminosidad del intelecto e
irrigado por la intuición poética-, si ama también ese universo a veces
hermético, y transparente cual cristal -la poesía-, es que esconde un espíritu
palpitante de poesía, “contaminado” por sus lecturas poéticas preferidas:
Kabbâni, Adonis, Al-Bayyâti, Al-Sayyâb, Al-Qâsim, Darwish, Afifi Matâr, y por
la lengua límpida, precisa, espléndida de Al-Hakîm.
¿Pero
cómo ha llegado este hombre al arabismo? ¿Fue su vocación primera? ¿Llevaba
acaso resonancias árabes que bullían en su interior? ¿Y dónde nació? ¿Cuáles
son sus preocupaciones intelectuales más apremiantes? ¿Cómo consigue
exponerlas?
Confío
que este estudio contribuya a dar respuesta a estos interrogantes y, ante todo,
a rendir homenaje a este arabista erudito, a su enseñanza concerniente al mundo
árabe contemporáneo, en su aspecto literario, social e histórico.
TRAYECTORIA VITAL Y HUMANISTA
A.- Primer movimiento
Pedro Martínez Montávez nació el 30 de junio en 1933,
en Jódar[1], en la provincia andaluza de Jaén. Un acontecimiento le marcará
profundamente: la muerte de su madre en el momento de dar a luz. Pedro no tenía
más que cuatro años. Uno puede imaginar esta escena en la alcoba conyugal:
altar y tálamo -en el contexto geográfico español de antaño-, lugar en el que
se nacía y moría, donde se participaba plenamente en el azar del nacimiento y
de la muerte -¡están tan próximos!
Era
entonces muy joven cuando se inició nuestra guerra civil española (1936-1939),
razón por la que se define como un niño de la guerra y la posguerra: “eso
supone, no solamente que se ha visto la muerte, el hambre, el sufrimiento y el
dolor sino que se ha vivido, soportado”[2].
Viudo,
su padre -“Antonio Martínez Herrera, un auténtico andaluz, tal vez sin saberlo”[3]-, se traslada a Madrid. Su segunda esposa, renunciando generosamente a
tener otros hijos, amó a Pedro como su propio hijo. Comenzó entonces éste sus
estudios en Madrid, en el colegio de los Padres Calasancios, pero, al no
adaptarse su carácter independiente a las reglas severas, los finalizó, en el
instituto público, Ramiro de Maeztu.
Con
su franqueza bien conocida, Pedro reconoce su humilde origen: “Mis abuelos eran
peones que esperaban ser contratados en la plaza del pequeño pueblo” -contó en
su última lección magistral como profesor emérito de la Facultad de Letras de
la Universidad Autónoma de Madrid.
En el otoño de 1950, se matricula en las
licenciaturas de Filología Semítica -llamada así en aquella época- y de
Historia, en la Universidad de Madrid -actualmente Universidad Complutense-.
Termina dichos estudios en 1956 y 1955, respectivamente. A Pedro le hubiera
gustado estudiar Ciencias Políticas, pero su padre se lo desaconsejó, debido al
contexto político español de aquellos años.
La
influencia del ilustre arabista español Emilio García Gómez fue determinante
para Pedro Martínez Montávez. Su interés por la literatura árabe y por todo lo
relacionado con el mundo árabe aumentaba cada día, incluso si las opiniones del
maestro y de su “alumno rebelde” divergían en cuestiones puntuales.
En
1957, su partida hacia Egipto, en plena juventud (con 23 años y recientemente
casado con Mercedes Lillo: mujer de gran sensibilidad), iba a moldear a Pedro
humana y académicamente. En la capital de ese gran país, El Cairo, descubrió lo
que no se puede hallar en los libros: el contacto con el pueblo árabe, sus
olores, sus colores, sus sabores, sus ademanes, sus gestos, también, su forma
de expresarse con alusiones y ese saber negar con riquísimos matices -según me
ha contado.
Como
historiador sobre la economía medieval, en un principio, presentó su tesis
doctoral sobre La oscilación del precio del trigo en El Cairo durante el
primer régimen mameluco[4]. Pero su presencia en tierra egipcia, su integración en el paisaje
humano de este país, le dejará huella profunda como futuro arabista. Esta
presencia es la que orienta sus investigaciones hacia la literatura
contemporánea, y sobre todo hacia la poesía.
En
el Centro Cultural Hispánico del Cairo -del que era director-, es donde tiene
sus primeros alumnos así como en la Universidad Aïn Shams y en la Escuela
Superior de Lenguas. En esta ciudad mítica, es donde crea y dirige la revista al-Rabita
y donde publica la primera traducción en lengua española del primer libro de
cuentos de Naguib Mahfuz[5]. En
fin, en El Cairo, nacieron sus tres hijos: Sergio, Pedro Antonio y Rosa Isabel,
mientras que su hija pequeña, Natalia, nacerá después de su regreso a Madrid,
en 1962.
Ese
año, con ese bagaje cultural y humanista, nacido de dicho periodo de formación
tan importante, Pedro Martínez Montávez es profesor de la Universidad en la que
había estudiado, es también Subsecretario y da clases en la Escuela Superior de
Comercio y en la Escuela Diplomática de Madrid, donde se encontraba el antiguo
Instituto Hispano-Árabe de Cultura que dependía de Asuntos Exteriores. Y fue en
la Casa Hispano-Árabe, institución privada e independiente, donde se publicó la
colección Arrayán, dirigida por Martínez Montávez: la primera que
publica los poemas en español de Darwish, de Kabbani y del sirio Abd al-Basit
al-Sufi -poeta desconocido entonces-, mucho antes de que sean traducidos a
otras lenguas occidentales.
En
este Instituto es donde este arabista dinámico ofrece un seminario de
literatura árabe, que sus alumnos -entre ellos los arabistas Carmen Ruiz
Bravo-Villasante y Fernando de Ágreda- no olvidarán jamás. Es ahí también donde
funda la revista Almenara, instrumento científico pionero, excelente
receptáculo para los arabistas españoles, sobre temas del mundo árabe e
islámico contemporáneo. Su biblioteca, creada por el Padre Félix Mª Pareja, continúa siendo un centro
intelectual de referencia.
Pero
la cátedra de Sevilla de lengua y de literatura árabe le esperaba (1970-1971). Este encuentro con Híspalis -antiguo nombre de Sevilla- se convirtió
también para él en otra revelación: el descubrimiento de sus propias raíces
andaluzas -ocultas en su subconsciente, presentidas en Oriente-, y el hallazgo
del elemento andaluz profundo[6], integrado en la especificidad española, según sus propias palabras.
Regresa
de nuevo a Madrid, para hacerse cargo de la cátedra de lengua y de literatura
árabe del departamento de estudios árabes e islámicos y estudios orientales de
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma, en donde
desempeña, paralelamente, importantísimas funciones administrativas: Director
de departamento, Vicedecano, Decano de esta misma Facultado (1974-1978) y el primer
Rector elegido democráticamente (1978-1982).
Como
Miembro correspondiente de la Academia de lengua árabe de Amman (Jordania), ha
colaborado también con la UNESCO, contribuyendo a la innovación de los estudios
universitarios en Marruecos y en el proyecto del periódico libanés Kitab fi
Garida, cuyo director es el poeta iraquí Suabi Abd al-Amid.
Esta
organización ha publicado su antología de los poetas hispano-árabes.
“Literatura árabe y España” es otra colaboración con la UNESCO así como
“Al-Andalus, tema de inspiración de los poetas del Mahyar meridional”[7]. Por lo que ha recibido el Premio de Cooperación con el Mundo Árabe,
otorgado por la Asociación de periodistas árabes en España (1992), así como la
medalla de oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid (2004)[8].
He
aquí por tanto su biografía, que he intentado describirles sucintamente. ¿Pero
qué tipo de relaciones humanas mantiene Pedro Martínez Montávez? ¿De qué forma
ha contribuido a la mejor comprensión de los estudios mediterráneos?
B.- Segundo movimiento
Lejos
de Pedro toda exageración que, según él, daña la naturalidad y la sencillez de
las relaciones humanas. Púdico en la amistad, a primera vista (la apariencia no
muestra más que pequeñitas parcelas del ser), es afable, cortés, discreto,
honrado, sincero, sentimental e intelectualmente generoso con quienes se le
acercan con espíritu de buena voluntad. No “recluta” a sus alumnos, no prodiga
consejos, pues respeta tanto la libertad del otro -su opción científica
intelectual- como exige se le respete la suya. Y no tiene necesidad de explicar
todo esto: es algo que se aprehende y adivina, es cuestión de perceptibilidad,
de “porosidad”. Su personalidad, su autoridad logra que sus condiscípulos
acudan a pedirle ayuda, documentación, consejos, encontrando en él un perfecto
aliado, pues el maestro se entrega a ellos y los escucha -en estos tiempos de
confusión-. Así es como se ha formado un grupo de colaboradores, colegas y
discípulos en todo el mundo, al mismo tiempo que se crea un nuevo tipo de
escuela.
Responde
siempre, animoso, correcto, generoso -insisto- a las innumerables llamadas de
teléfono que le plantean peticiones, preguntas y propuestas de colaboración en
investigaciones o simplemente cuando le llaman para enviarle recuerdos de
amigos lejanos. Nunca se le ha escuchado quejarse de sus jornadas llenas de
ocupaciones. Las citas en la Universidad -incluso hoy como profesor emérito-,
se mantienen a primeras horas de la mañana madrileña -fría o soleada-, lo que
revela que Pedro se levanta mucho antes que apunte el alba, debido a las largas
distancias en los desplazamientos por la ciudad.
Pero
esencialmente es un hombre de su tiempo, que se interesa por las cuestiones
sociales, políticas, literarias, artísticas y que se adapta a los momentos
particulares; un hombre que conoce y asume el pasado y acecha el porvenir. Todo
ese dinamismo explica la práctica de un arabismo académico, dispuesto a
aprender dentro y fuera de las aulas. Un arabismo profundamente vital, que
desea sensibilizar a la sociedad española y permitir una mejor comprensión de
la realidad del mundo árabe contemporáneo, a partir de un arabismo vivo, vivido
en su interior, que expone de manera armoniosa, atrayente, contrastada y
humanista, en la radio, la televisión o en la prensa escrita, mientras
desarrolla, institucionalmente, su compromiso frente al mundo árabe.
Sí, un
hombre de su tiempo, con el que está en armonía, próximo, pero solitario, que
ama la soledad porque es un apasionado de la libertad, que intenta conciliar
con la solidaridad, más aún, con la propia elección de una visión progresista o
comprometida.
Porque si el profesor Martínez Montávez se
vuelve al mundo árabe y mediterráneo, es para conocer mejor la realidad
española que tanto debe a aquél. Dicho de otra forma, analiza nuestro mundo en
relación con nuestro otro más inmediato, permanente y gravitante, y por
lo tanto la visión y percepción que tenemos de él[1].
En el maestro se alía el arabista académico y el
arabista vital. Dice en la Nota Previa a su manual innovador de
literatura árabe: “Es un libro de reflexión y de lectura y también de
experiencia y sentimiento, tanto de despacho como de calle, si
puedo decirlo así. […] Hay por tanto tanta documentación como vivencias, mi
vivencia personal de la experiencia singular y atormentada de la literatura
árabe contemporánea. No concibo de otra forma la aproximación al hecho
literario”[2].
Dos rasgos caracterizan a este caballero
andante de aire meridional -aparte la pupila clara que no puede disimular
la sorpresa, la ternura, la emoción, ni la tristeza-: su voz, fuerte, precisa,
clara, llena de autoridad y seguridad, que no se altera pero que, como lluvia
-música cadenciosa-, se posa en el aire, invade y cala. Y también las manos,
grandes, amplias, con dedos enmarcados por uñas bien dibujadas; parecen manos
esculpidas, al paso del tiempo, por el esfuerzo, el trabajo, el contacto con
tantos documentos, obras y cartas escritas, por tantas manos fuertemente
apretadas por el amplio mundo.
El poeta sirio Nizar Kabbani hizo de él este retrato: “Más
que un arabista, es un árabe con fisonomía andaluza”[3]. Kabbani alaba también su extraordinaria cualidad de traductor que
añade belleza a sus poemas[4]. Su
amistad que data de 1963 -en Córdoba y luego en Madrid donde Kabbani era
consejero de la Embajada siria-, ha perdurado hasta la muerte del poeta, en
Londres, en 1998.
No menos profunda fue la amistad con Abd al-Wahhab
al-Bayati quien le definió como “un árabe más entre los árabes”[5]. El amigo español recuerda las tardes pasadas en casa del poeta
iraquí, “hablando de poesía, dando vueltas a una palabra en nuestras cabezas, a
veces durante horas, buscando el término preciso”[6].
En este campo, ha desarrollado un papel importante en la
traducción del árabe al español -o a la lengua castellana como también se la
denomina-. A este arabista erudito se debe la primera traducción de una serie
de poemas como “La escuela sirio-americana”[7]. “Canciones de Mihyar, el de Damasco” fue también la primera
traducción europea en 1968 -pero no en su versión total-, del gran poeta
contemporáneo sirio-libanés, Ali Ahmed Saïd-Esber, Adonis[8]. Inolvidable es su traducción -en una edición espléndida y lujosa con
ilustraciones del pintor palestino Kamal Bullata-, “Doce candiles para Granada”[9], cuyo texto original en lengua árabe está traducido en español, inglés y francés. Otra traducción pionera es
también “Siete cuentistas egipcios contemporáneos”[10].
Martínez Montávez fue uno de los primeros que estudiaron la
influencia de García Lorca en los escritores árabes. : “Presencia de Federico
García Lorca en la literatura árabe actual”[11]. “Federico García Lorca y los poetas árabes contemporáneos”[12]. “De nuevo sobre García Lorca y los poetas árabes contemporáneos”[13] y “El camino hacia España de al-Bayâti, Federico y Granada”[14].
Por otra parte, otros dos temas constantes nacen de su
compromiso y su preocupación intelectual, desde hace tiempo: “La larga crisis
del mundo árabe contemporáneo”[15], y el gran drama humano del pueblo palestino, reflejado en “La poesía
de la resistencia” y “El poema es Filistin”[16].
LOS ÁRABES, EL MEDITERRÁNEO :
REFLEXIÓN DESDE EL FINAL DEL
SIGLO
Investigando
sobre sus respuestas intelectuales concernientes a lo que ha representado el
siglo XX para el mundo árabe, deseo referirme aquí a su Leción de Apertura
del curso universitario 1998/1999 -que expone sus inquietudes más apremiantes-,
momento en el que se le concedió la Medalla de la Universidad Autónoma :
“Con motivo de su esfuerzo generoso, intenso y fructífero como Rector de
nuestra Institución, desde el 13 de enero de 1978 al 26 de febrero de 1982” .
La
reflexión de Pedro Martínez Montávez sobre el
mundo mediterráneo se basa en varias épocas: la
época que separa las dos guerras mundiales, en la que prácticamente todo
el espacio árabe e islámico propiamente mediterráneo está dominado por el
colonialismo europeo -años en los que intenta recuperar su independencia y
libertad-; la época en la que van dibujarse las soberanías; la época en la que
las corrientes del panarabismo -el nacionalismo más integrador- y de los
progresistas van a ser reemplazadas por las corrientes islamistas -o por los
islamistas radicales “responsables en gran medida del renacimiento de un Islam
contra el Islam”[1]-; la
época en la que las voces de carácter nacionalista local se erigen, buscando
que se afirme una identidad anterior al hecho islámico; y en fin, la época del
siglo que acaba de finalizar y que constituye el panorama cultural, literario e
intelectual egipcio más representativo del mundo árabe de esa época.
Afirma que, cronológicamente, el elemento árabe e islámico
ha sido sin duda el último que ha llegado a la zona mediterránea -siglo VII de
la era cristiana-. Este elemento es por tanto un fluido permanente, vasto y
profundo, de la corriente mediterránea, pieza clave, irremplazable, de este gran
edificio mediterráneo que se caracteriza por su pluralidad.
¿Pero
cómo -se interroga Martínez Montávez- van a expresar los árabes su situación y
arraigo en este mundo mediterráneo? ¿Con qué visiones e imágenes, con qué
pensamientos se va a concretizar su eventual “mediterraneidad” estando dotada
de una huella particular?
Nos confirma que aunque el elemento mediterráneo constituye
el principal marco de inspiración (Nizzar Kabbani se descubre poeta en el mar
Mediterráneo) y de identificación (Mayy Ziyada en el Himno a las fuentes de
Roma), sin embargo el notable intelectual palestino-iraquí, Yabra Ibrahim
Yabra, ha señalado magistralmente la confrontación moderna entre el mundo árabe
colonizado y el Occidente colonizador, su encuentro y su conflicto: “The Arabs
and the West. It is a long a complicated story, and like a good complicated
story it has plenty of conflict in it, and plenty of love and hate. The
relationship is as old as Islam; attraction and repulsion between them have
coexisted to an exhilarating degree, sometimes to a tragic degree”[2].
Según
Montávez, esa traumática relación, que atraviesa y estructura toda la
existencia árabe contemporánea, fue descrita de forma incisiva -pero con
propósito de contemplación contrastiva- por el escritor tunecino Ali al-Duayi,
en el momento de pasar por el estrecho de Los Dardanelos : “A la derecha
teníamos a Asia y a nuestra izquierda a Europa […] Veía en mi mujer de la
derecha al Asia de Oriente con sus secretos y símbolos, a Oriente con su
esplendor, palacios, joyas, y caravanas de elefantes cargadas con seda,
perfumes, mármoles y piedras preciosas, caminando por la vía desierta y lejana
de la cordillera del Himalaya. Veía en mi mujer de la izquierda a Europa, a
Occidente con sus industrias y máquinas, sus chimeneas labradas por la materia,
la organización, la empresa y el espíritu tranquilo bajo un cielo lluvioso, en
una tierra helada durante nueve meses del año”.
Reflexiones
anticoloniales con diferente intensidad, diferentes matices en demasiados
testimonios -insiste Montávez-, como las del libanés “americano” Amin
al-Rihani. Situación de duda, de alternativa, también, y de una escisión
contradictoria, casi nunca superada, frente a Europa-Occidente: “¡Beirut,
Hayfa, Yala y Alejandría, todas puertas de entrada de este mar Mediterráneo!
Temo por vosotras si no se establece un Estado árabe unificado, lleno del real
espíritu de la civilización -la civilización de la ciencia y de la religión,
civilización de la materia y del espíritu abrazados- que os proteja de la corriente
dominante, triunfante, rechazando los peligros del neocolonialismo donde los
venenos han comenzado a infiltrarse en lo más enjundioso de la cultura, del
comercio, de la política y de la religión”. Esta situación tal vez tiene un
valor especial entre los intelectuales influenciados por la cultura occidental,
como Yubran Jalil Yubran que confesaba a Mary Ziyada : “Se pueden encontrar,
sobre todo en Italia y en Francia, manifestaciones del arte y de la técnica que
regocijan y amenizan. Europa, querida señora, es la cueva de un ladrón
engañador y experto que conoce el valor de las cosas preciosas y sabe cómo
obtenerlas”[3].
Por
lo tanto esa relación con el elemento mediterráneo es una faceta, un tema que
brota de la cuestión que atormenta y atenaza la existencia árabe desde hace al
menos doscientos años -más de trescientos años en Argelia-, en su relación con
el Otro[4].
Veamos
aún -según las investigaciones de este arabista-: “El espíritu árabe es
oratorio, materialista. [...] Y esas dos tendencias, que han coexistido,
creando una escuela especial, han hecho que esa naturaleza haya adquirido un
espíritu semejante al de la abeja impetuosa y voluble, que, apenas goza de una
flor, la abandona enseguida por otra, pues es inestable y siempre en perpetuo
cambio”. Y aún: “El movimiento, es decir la vida, se encuentra entre los
griegos; la urgencia, es decir el placer, entre los árabes. Ninguna nación ha
invadido el mundo más rápidamente que los árabes. Han pasado al lado de
diferentes civilizaciones, galopando a lomo de corceles y saqueando lo mejor
que tenían. Podían ser sensibles a todo excepto al sentimiento de estabilidad.
¿Cómo podían conocerlo si no tenían tierra, ni paraíso, ni cultura? Se trataba
de un estado creado por las circunstancias y no por la tierra. Y sin tierra no
hay estabilidad; sin estabilidad no hay reflexión, y sin reflexión no existe
mitología”.
Este
arabista intuitivo, adivinando las dudas que despierta esta lectura, nos afirma
que muchos no se soprenderán por estas citas y opiniones, sobre todo porque
reconstruyen lugares comunes, clichés que se presentan comúnmente a propósito
de los árabes y que emplean la literatura actual e incluso los especialistas.
Sí
sorprenderá en cambio, que, en contra de lo que casi con toda seguridad cabría
esperar, esas citas no se deben a escritores occidentales sino a notables
escritores árabes contemporáneos que representan muy dignamente dos vastas
áreas socioculturales y sensibles del mundo, el Magreb y el Machreq. Es decir,
pertenecen al poeta tunecino Abul-Qasim al-Chaabbi y al celebre dramaturgo,
ensayista y narrador egipcio, Tawfiq al-Hakim[5].
Y
Martínez Montávez también nos ofrece un bosquejo de lo que Husayn Fawzi narra
en Sindbad fi assayyar : “Egipto combatía al colonizador británico sin
tomarle como pretexto para odiar la civilización europea, pues sentía el apoyo
de los estados occidentales a su causa justa y la obligación de familiarizarse
con su civilización. Nuestra coraza para incorporarnos en paz en el séquito de
la civilización contemporánea. Túnez, el Magreb están más próximos que nosotros
a la civilización mediterránea”.
En
Taha Husayn está más presente el modelo de Grecia como cuna de las libertades,
la democracia y el arte, pero señala igualmente que el pensamiento egipcio se
vinculó, por un lado, con zonas de Oriente Próximo y, por otro, con el
pensamiento griego. Y Montávez afirma: cuando un europeo escucha esto sonríe,
pues tiene prejuicios; el egipcio y el árabe oriental lo desaprueban y adoptan,
a este respecto, actitudes que varían en función de su cultura y conocimiento.
Por
todo ello su mayor deseo es alcanzar un entendimiento, una propuesta
aglutinante de la que conoce su vulnerabilidad y precariedad, en el marco de
ese equilibrio cultural necesario entre Oriente y Occidente. Lo que Husayn llama
la cultura del Mediterráneo, afirmación que tiene sus defensores[6] y también detractores[7], se queja el arabista.
Sabe
también que, a lo largo de la segunda mitad del pasado siglo, el marco, la
escena y la función de muchos de los actores principales y secundarios ha
cambiado bastante. Puesto que era la época del proceso de descolonización en la
que se encontraba sumergido el mundo árabe. Pero insiste sobre este hecho: si
las relaciones con las potencias extranjeras eran difíciles, no lo serán menos
con esas mismas potencias que ahora llevan ahora otro nombre.
También
señala otro hecho trascendental cuyas repercusiones pueden ser considerables:
la irrupción de los Estados de América en la escena árabe, que se presenta en
gran medida como opción para reemplazar a las potencias colonizadoras europeas
de antaño. Según este gran arabista, los Estados Unidos pueden revelarse, en la
actualidad -llegado el caso y en función de sus intereses-, tan colonialistas
-o más- que las potencias europeas.
En
el transcurso de los tres últimos decenios del siglo XX, dice, grandes
transformaciones van a producirse y a modificar el panorama ideológico,
intelectual y cultural árabe, que aparecerá como “pensamiento en crisis”, y no
solamente como “pensamiento de crisis”, según Nasr Hamid Abu-Zaïd.
Con
respecto a esto, el problema del pueblo palestino conmueve a los árabes y
resume su pensamiento y sentimiento: “El parto de Israel, que forzó el aborto
de Palestina, perturbará a toda la existencia del mundo árabe actual, pues la
creación del Estado de Israel fue un gran error. No quiero entrar en
otras consideraciones, ni juzgar si es justo o injusto, hablo simplemente desde
el punto de vista político”[8].
Y el arabista se aflige enormemente
-“pero tomar el camino de los perdedores es complicado”[9]- y España, que lleva a este pueblo en su corazón, se desconsuela por
esta cuestión espinosa y enquistada.
Por
tanto es lógico que los poetas y pensadores palestinos se erijan en portavoz de
este pueblo. Y Montávez exclama, al mismo tiempo que Mahmud Darwish,
dirigiéndose a los expatriados: “¡Estáis solos!” (Memoria para el olvido),
mientras que Hixam Xarabi “[se] acuerda de Acre que ahora forma parte de
Israel” (Imágenes del pasado). Sí, El poema es Filistin[10].
Luego
este arabista, en búsqueda de vías de reagrupamiento, insiste en la visión
plural y diversificada del elemento mediterráneo que no excluye la existencia
de tramas comunes -pues cualquier otra representación sería errónea y podría
tener efectos nocivos-. Hace referencia a la visión de Amin Mâluf, ese
Mediterráneo entrecruzado, entrelazado y entretejido como un “crucigrama”. Y
nos muestra también otra vía, que para Abderrahman Munif podría ser de
liberación: “Se dice que la libertad está en otra parte, en otra tierra, más
alejada que Grecia, donde el hombre puede vivir sin que los delatores y los
zapatazos le despierten al alba”.
Pero es
sobre todo el testimonio que ofrecen las ciudades del mediterráneo árabe, del
Machreq y del Maghreb, lo que le lleva a reflexionar sobre esa realidad social
y cultural : una posible memoria mediterránea, conmovida, equilibrada,
serena, de reencuentros. Y también las ciudades españolas, evocadas por tantos
escritores y poetas de este mundo común a unos y a otros, que pueden
conducirnos a una nueva Andalucía[11], a esa síntesis de la latinidad -con la que soñaba Jacques Berque-,
por tanto del helenismo y del Islam mediterráneo.
Para
Adonis, Granada y la Alhambra son etapas incomparables de esos mundos
necesarios por llegar: “Escucha, oh poeta, lo que dice Granada :/Te enamoraste
solamente de la tarde de antaño/asombrado por la mañana venidera./La tarde hace
del alba/una raíz que te abre el horizonte, profundidad que te alimenta de
grandeza./Lo mismo que el sol, lo mismo que Granada, posees dos mejillas: /una,
en Oriente, otra, en Occidente”[12].
El
arabista muestra, de esa forma, que los árabes piensan y sienten también en
función de ese “elemento mediterráneo”, pero “a su manera, a su modo” pues no
deben existir monopolios, ni modelos de lenguaje únicos. Ha llegado a esa
conclusión intelectual a partir del elemento “realmente humano” y no
“políticamente correcto”. De paso, llama nuestra atención sobre el diálogo
Euro-Mediterráneo, denominación que no es la más apropiada y que debía haber
producido más resultados tangibles.
Martínez
Montávez desea también dar cuenta de propuestas alentadoras, advertencias y
desafíos, que ya se columbraban, y que René Habachi explica así:
“Es aquí
donde las orillas del Mediterráneo podrían retomar por su cuenta las
aportaciones teodiceas y teológicas, después de haberlas seleccionado.
Cualquier integrismo aquí sería
destructor. [...] La autenticidad, que aman tanto apelar los árabes, es ésta:
reconciliarse con su parte más viva en lugar de escudarse en sus diferencias y
actualizar la parte que puede integrarse con el resto del mundo de hoy. He aquí
cómo el Mediterráneo, desde Heráclito hasta nuestros días, puede ayudar a los
árabes [...] He aquí cómo los árabes pueden ayudar y enriquecer, como lo
hicieron por primera vez, al diálogo mediterráneo que necesita el universo.
[...] ¿ese diálogo no aporta más bien a la crisis actual una promesa cuya
ausencia es la amenaza más espantosa para el humanismo del siglo XX?”
Y este profesor -en el sentido mismo de
profesar- concluye su lección magistral, insistiendo para que, en ese diálogo
mediterráneo, se evite que aumente aún más el aislamiento del bajo espacio de
Oriente Próximo, que agravaría la situación del conjunto del mundo árabe
-siempre precario, inestable y vulnerable, y cuyas repercusiones serían
seguramente imprevisibles.
Este
arabista -como muchos de nuestros arabistas e investigadores- transforma en
realidad las palabras de Mohamed Arkoun : “Los investigadores más competentes,
más leales, serán aquellos que alien la exigencia científica con un sentido
penetrante de la solidaridad histórica de los pueblos y de las culturas”.
Con
su generosidad y ese arabismo, que responden a toda una concepción de la vida y
la existencia, Pedro contribuye a iluminarnos con “candiles en la oscura y
larga galería que se extiende entre nuestro Occidente y su Oriente”[13]. Y Pedro Martínez Montávez nos advierte siempre: “No existen lámparas
de Aladino para resolver los problemas humanos. La lámpara y el genio están en
nosotros mismos o no están. Esto vale también para el mundo árabe
contemporáneo. Pero es necesario que sean conscientes y que actúen en consecuencia”[14].
Señoras y Señores, he deseado situarme
como qantara, pasarela, portavoz de este arabismo comprometido, ante los
Miembros de esta prestigiosa Academia, Beït al-Hikma. Hoy
constituye el marco ideal para exponer y debatir estos planteamientos que nos
conciernen y unen, como mi maestro en arabismo lo expuso en la Universidad
Autónoma de Madrid, pues si un día cesa de hacerlo -nos dijo-, cesará de ser universidad.
Les
agradezco, profundamente, su atención. Choukran! (¡Gracias!)
[1]
Martínez Montávez, P., su colaboración: “Islam, Fundamentalismo y Terrorismo”
in El 11 de Septiembre que cambió nuestro mundo, Universidad de
Valladolid, Valladolid, 2003, p. 77.
[2]
Martínez Montávez, P., Literatura árabe de hoy, cit., p. 149.
[3]
Martínez Montávez, P., Introducción a la literatura árabe contemporánea,
cit., 3ª ed., cap., V, VI, VII.
[4]
Leonor Merino, Encrucijada de Literaturas Magrebíes (Centro Francisco
Tomás y Valiente, UNED Alzira-Valencia, 1991): “Capítulo III: Diferencia de lengua
y política entre Argelia, Marruecos y Túnez”, y “Diálogo de sordos”.
[5]
Martínez Montávez, P., Literatura árabe de hoy, cit., pp. 122-124.
[6] Sâdallah Wannous, Gabir Usfur y el
hispanista Ebtehal Younes.
[7] El pensador Sati al-Husari.
[9] “Este compromiso me ha causado muchas
preocupaciones profesionalmente”: Martínez Montávez, P., Miscelánea de
Estudios árabes y hebraicos, cit., p. 250
[10]
Martínez Montávez, P., op., cit.
[11]
Martínez Montávez, P., Mitos y Leyendas. ANDALUCES, Introducción de
Pedro Martínez Montávez, Col., Las Culturas. “Mitos y Leyendas”, nº 6, Madrid,
1986.
[12]
Doce candiles para Granada, la traducción en español, ya citada, de
Pedro Martínez Montávez.
[13] Martínez Montávez, P., El
reto del Islam. La larga crisis del mundo árabe contemporáneo, cit.,
p. 218.
[14]
Ibid., p. 247.
[1]
Su Introducción en Al-Andalus, España, en la literatura árabe contemporánea,
cit., p. 14.
[2]
Martínez Montávez, P., Introducción a la literatura árabe contemporánea,
Almenara, Madrid, 1974; 2ª edición corregida y aumentada, CantArabia, Madrid,
1985; 3ª ed., Universidad de Granada, Granada, 1994, pp. 7-8.
[3]
Nizar Kabbani, “kana ‘arabyyan, la must ‘arabyyan”, Akhbar el-Adab, El
Cairo, 3 agosto, 1997.
[4]
Martínez Montávez, P., Nizar Kabbani, Poemas amorosos árabes, Madrid,
1965; 2ª ed., aumentada, 1975; 3ª ed., aumentada, 1988. Así como Poemas políticos, 1975, y Tú,
amor, 1987.
[5]
Silvia Elzi, Intervista
a Pedro Martínez Montávez, Universitá cattolica del Sacro Cuore di Milano,
Italia, Anno Accademico 2000/2001.
[6]
En su Introducción a la traducción de Carmen Ruiz Bravo-Villasante: Abd
al-Wahhab al-Bayati, Mi experiencia poética, CantArabia, Madrid, 1986.
Esta arabista, bien conocida, creó,
en 1985, esa editorial española, audaz y generosa.
[7]
Martínez Montávez, P., La escuela sirio-americana (Antología de la
Rábita al-Qalamiyya), Itimad, Tetuán, 1956.
[8]
La versión completa ha sido traducida por Pedro Martínez Montávez y Rosa Isabel
Martínez Lillo (Introducción de P. Martínez Montávez), Canciones de Mihyar el de Damasco, Del
Oriente y del Mediterráneo, Madrid, 1997.
Ver, Rosa Isabel Martínez Lillo, La “cosmovisión”
de Ali Ahmad Said “Adonis”, ‘Ilu.Revista de Ciencias de las religiones,
Universidad Complutense, Madrid, 1998, pp. 39-51.
Ver, Leonor Merino, “Adonis” (escritor sirio-libanés). Persuasión
del acto Poético para (re)inventar el mundo, Nuevas del Aire (Madrid) mayo
1996, nº 39, pp. 27-28. Y Leonor Merino, “Adonis” (Ali Ahmad Saïd Esber), un
hombre de andadura, El Mundo (Madrid) lunes 17 noviembre, 1997, p. 45.
[9]
Adonis, Doce candiles para Granada (trad.: Pedro Martínez Montávez),
París, UNESCO, 1996.
[10]
Martínez Montávez, P., Siete cuentistas egipcios contemporáneos,
Instituto Egipcio de Estudios Islámicos, Madrid, 1964.
[11]
Martínez Montávez, P., Presencia de Federico García Lorca en la literatura
árabe actual, Actas IV Congreso de Estudios Árabes e Islámicos -Coimbra,
1968- Leiden, 1974; también publicado en P. Martínez Montávez, Exploraciones
en literatura neoárabe, Instituto Hispano-Árabe de Cultura, Madrid, 1977,
pp. 33-54.
[12]
Martínez Montávez, P., Federico García Lorca y los poetas árabes
contemporáneos, revista “Retama”, Cuenca, 3, 1986, pp. 21-30; también
publicado en Pedro Martínez Montávez, Literatura árabe de hoy,
CantArabia, Madrid, 1990, pp. 87-101.
[13]
Martínez Montávez, P., De nuevo sobre García Lorca y los poetas árabes
contemporáneos, I Jornada de literatura árabe moderna contemporánea
organizada por el departamento de estudios árabes e islámicos y estudios
orientales, Universidad Autónoma de Madrid, nov., 1900; también publicado en P.
Martínez Montávez Literatura árabe de hoy, cit., pp.103-119.
[14]
Martínez Montávez, P., Al-Andalus, en la literatura árabe contemporánea,
cit., pp. 196-219.
[15]
Martínez Montávez, P., El reto del Islam. La larga crisis del mundo árabe
contemporáneo, Temas de hoy, Madrid, 1997.
[16]
Martínez Montávez, P., El poema es Filistín. Palestina en la poesía árabe
actual, Molinos de Agua, Madrid, 1980. Y sus traducciones: Poetas
palestinos de resistencia, Casa Hispano-árabe, Madrid, 1968.
[1] En donde fue nombrado hijo predilecto y
se le dedicó una calle (1987).
[2] Entrevista: Mercedes del Amo y
María Isabel Lázaro, “El intelectual y su memoria: Pedro Martínez Montávez”, Miscelánea
de Estudios árabes y hebraicos. Sección Árabe-Islam, Universidad de
Granada, vol., 52, 2003, p. 251.
[3] Son las emocionadas palabras del
arabista: “a la memoria de mi padre”, en la dedicatoria de su obra: Al-Andalus,
España, en la literatura árabe contemporánea, cit.
[4] Martínez Montávez, P., La
oscilación del precio del trigo en el Cairo durante el primer régimen mameluco
(1252-1382), Facultad de Filosofía y Letras, Madrid, 1964. Son interesantes y particulares sus artículos
sobre las relaciones entre los castellanos y los mamelucos o sobre la economía
de España, en tiempos de la dinastía Omeya.
[5] Naguib Mahfuz, El
murmullo de la locura, traducción: Pedro Martínez Montávez, Al-Rabita,
El Cairo, diciembre 1959, enero 1960.
[6] ¿No ama Pedro la tauromaquia que
constituye un objeto de reflexión cultural?
[7] Martínez Montávez, P., “Al-Andalus, tema de inspiración
entre los poetas del Mahyar meridional”, revista “Culturas”, París, UNESCO, VII. 4.
1980; igualmente se ha publicado en Literatura árabe de hoy, serie
estudios. 4., CantArabia, Madrid, 1990, pp. 37-62.
[8] El poeta Manuel Ruiz Amezcua le
brindó el siguiente poema: “El enigma que es la vida,/el que la tierra se
traga,/ha de tener su respuesta/en la trama de la trama./La palabra
decisiva,/la que creemos que salva/cansada de insuficiencias,/siempre dice lo que
calla./El temor de lo secreto./El temblor de la maraña./Lo que tanto nos
importa./Lo que siempre nos engaña./El poder de lo infinito./Su mirada sobre el
ansia,/rellenando de agujeros/los caminos de la trampa./El chantaje a la
verdad./La locura que lo embarga./Todo lo que en este mundo/transige con la
desgracia”.
[1]
Martínez Montávez, Pedro, Al-Andalus, España, en la literatura árabe contemporánea, Fundación MAPFRE, Madrid, 1992.
[3]
Martínez Montávez, P., “Notas
sobre el tema árabe en la poesía española actual”: Comunicación en la Sala de la
Cultura Española, 18 de febrero, 1965, en Tetuán,y agregada en Ensayos
marginales de arabismo, Cantoblanco, UAM, 1977, pp. 73-91.
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