viernes, 22 de julio de 2016

LA PIEL DEL OTRO

Amigas/Amigos:

La piel del otro, de Lidia Acevedo (poeta que llegó de Méjico a Madrid para nuestro recién compartido 6º Congreso de “Mujeres Poetas Internacionales”, 2016), ha sido Premio Nacional de Novela “Cecilia Ramírez Piña”, convocado en julio del 2005, conjuntamente con la Presidencia Municipal de Durango y la Sociedad General de Escritores de Méjico.


Lidia Acevedo es una narradora que envuelve al lector con sus palabras, con su relato:

 “Con frecuencia, pasaba tiempo pensando las palabras que habría de soltar, una tras otra, como perros veloces con sus hocicos abiertos a darle dentelladas, pero por alguna razón en el último instante les jalaba las riendas, y las palabras convertidas en perros le subían y bajaban del estómago a la boca sin atreverse a salir, clavándole a él mismo los colmillos”.

De esa forma queda reflejada la personalidad del escolta-lacayo, Silvano Gracia, ante su General Jean Claude Blanchette que lo llama “Desgracia”, pero quien –a la postre– le birla la mujer, “que nunca nadie la había tocado”.

Sin embargo, no le tiembla el pulso,
a Blanchette, a la hora de ordenar una ejecución, ni se le abrasa el gaznate con el fortísimo elixir –“que refuerza los instintos”– y que encierra, a buen recaudo, en un cajón de su escritorio.

Los personajes quedan magníficamente dibujados como Angelina Durán –Lina–, la maldita testaruda con su maldito amor: “se lo había dicho muchas veces, aunque me muera, no voy a renunciar a él, aunque me mate, aunque me maten, aunque te mueras o se acabe toda la humanidad”.

Esas son las palabras que ella confiesa a Leonora Reta, su “alter ego”, la hija de aquella lavandera que había desgastado su piel y depuesto su juventud, en aquel internado de los “hijos del ejército”, dejándola pronto huérfana.

Cierta mañana y en una escuela a la que llegó Leonora, después de haber ido dando tumbos, se encontró con una niña desvalida por la que la tijera helada del ventoso día se le colaba, a través de los agujeros de la ropa:

“la vio venir hacia ella; la examinó como a un cachorro, le sobó la cabeza y tomándola de la mano la llevó a su dormitorio”.

En esa escuela infantil, separada por sexos, algunos padres se demoraban bastante en ir a recoger a los niños:

“algunos lo hacían a diario, otros cada semana, los de ellas jamás llegaron”.

Inseparables, las dos, y en una época de sus vidas, compartían hombres –que rechazados por una se consolaban en la otra–, se repartían un trozo de pan o compartían vino y se reían, histéricamente, para no derramar lágrimas:

“porque el llanto es para los pobres, acordaron desde su niñez, son para los que no tienen otro recurso, nosotras tenemos grandes hasta la uñas”.

Lina, la arrolladora de espacios; Leonora deseando extraviarse en ellos.

Lina, fantaseando sobre su origen paterno; Leonora, la sensible y la talladora de hojas blancas, el “hombro donde llorar”.

Otros personajes: Jérôme, Phill, y el más importante, Antonio Romo –Tony– alto, con el ademán parsimonioso en su caminar, fogoso amante y valiente: era “tan hábil que pudiera haber engañado a la muerte enviándola en otra dirección”.

La piel del otro: un manuscrito hallado, bajo unos leños –tirados como al descuido– en una chimenea, y cuyo epígrafe lloraba:
“Para cuando mis ojos no te reconozcan y la memoria se haya llevado a morir tu nombre, guardo este sentimiento en el corazón más profundo”.

Os dejo, amigas y amigos, con su argumento en clave policíaca que mantiene el hilo de su lectura, hasta su broche final:

“no hay principio, no hay fin, todo vuelve a dar vuelta, todas las cosas se encuentran nuevamente, todas las historias se repiten” –decía Angelina…

Sí, podría armonizar Leonora Reta -¿o tal vez esta Leonor?-

La existencia,
            semejante al círculo,
final y origen se aproximan
                        se confunden:
                        el Poniente

Enhorabuena Lidia Acevedo.


Agradecida por vuestra atención al análisis de este texto.

1 comentario:

  1. Tuve el placer de conocer a Lidia Acevedo, en el I Encuentro Internacional MPI-Madrid, y ya cuando preparaba su viaje para venir a Madrid, me resultó una mujer muy agradable. Fue fantástico, descubrirla como poeta.

    Gracias Leonor, por tanto como nos regalas.

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